27/4/17

CUANDO LA IGNORANCIA NUBLA LA RAZÓN

Muchas personas se preguntan si los criterios y fundamentos de nuestros ancestros siguen estando vigentes hoy en día.

Tras varias décadas de legado de la extinta U.R.S.S. y sus países satélite hasta 1989-1991 (Rumanía, Yugoslavia, Polonia, etc.) en Europa soplaron vientos muy fuertes de pro-ateísmo, hedonismo (hasta donde se pudo) y de iconoclastia.

Sin embargo, ¿Qué se podría decir que queda, qué permanece inalterable por su valor per se de aquellos legados. Aquel honor medieval que nuestros hermanos templarios y de otras órdenes caballerescas nos dejaron tras dormir en la muerte?

Francamente se puede decir muy poco.

Los jóvenes hoy en día, viven su vida de manera fugaz y aletargados por un ímpetu, un espíritu de abotargamiento psíquico contra el que va a ser muy difícil luchar.
La programación mental que sobre sus inocentes mentes procuran: TV, radio, Internet hoy en día más que nada, sus pantallas o PDAs, tablets, dispositivos de audio para escuchar la música que les gusta, es todo ello, sin entrar en la razón o sin razón de los mismos, tan absorbente, tan embriagador y tan colmado de los sentidos, que deja muy poco tiempo o ninguno para poder pensar libremente y tomar decisiones realmente vitales, que en un futuro van a ser echadas en falta.

La Biblia por miles de años, desde el siglo 33 A. de C. época de su primera manufacturación a cargo de Aaron y Josué, al entrar en la Tierra Prometida, hasta el primer siglo en que se da cierre al testamento en la Isla de Patmos por San Juan con el Libro de las Revelaciones, provee y mantiene una serie de pautas. Es como el metro por el que un hombre justo puede medir el valor de sus actos. Este metro que es La Biblia, sirve para sopesar las acciones en este lento pero a un tiempo rapidísimo viaje a veces banal que puede ser la vida humana de pecado, por la caída adámica.

Muchas voces acusan al libro. Es muy viejo… sus consejos fueron para otras personas… Es algo caduco… Necesitamos sistemas modernos para el hombre moderno…

Desde un referente hermenéutico parece correcto: filosofías modernas para un hombre nuevo pero, ¿Lo somos tanto?

Al llegar a este punto debemos pararnos y partir de una premisa: Como dije en uno de mis libros hace años “Salimos al espacio y usamos datos de ordenador pero aun seguimos vistiendo sandalias y túnicas que no nos hemos quitado”.

Se dice que el hombre es esclavo y puede o debe tender a ser libre, pero ¿Libre de qué?
Desde que el hombre nace (y con hombre me refiero al género humano, a ambos sexos) nace ya esclavo: esclavo de tener que respirar, tener que beber agua, tener que alimentarse, tener que dormir, tener que evacuar residuos orgánicos… y lo quiera o no, nace con el miedo de que enfermará y finalmente alcanzará la muerte.
Como dice ese libro tan ignorado en Europa en esta época: “El hombre va pasando y también su deseo. Pero el que hace la voluntad de Dios permanecerá para siempre”.

¿Cuales son los valores que presenta La Biblia? Pues en realidad son todos los que siguen vigentes hoy en día: Familia, virtud, rectitud, fe, fraternidad, responsabilidad, palabra, altruismo. Porque y esto es así, ni los misiles Minute Man atesorados por el Norad norteamericano, ni las naves Space Shuttle de la NASA, ni los fríos datos de los mejores equipos informáticos del mundo, pueden arrancarle al hombre su faceta como entidad biológica viva temporal y cuyo camino está trazado desde mucho antes de que pudiera realizar sus primeros pasos: “Te conocí desde antes del útero materno” dice La Biblia.

El hombre en su necedad, se ha dejado perder por pensamientos prometeicos banales que desde diversas doctrinas, la mayoría mefistofélicas, ha creído estúpidamente que podían salvarlo de ser lo que es: una visión endeble de alguien que camina sobre este mundo pero que en realidad pertenece más al reino del Hades que al de la vida.   Lo dice la misma ciencia. El hombre en su mayoría es un organismo muerto o en visos de serlo. Tanto la uña como el cabello, en la parte que podemos ver, es tejido muerto. Los huesos y la piel se deben renovar constantemente. El mismo cerebro permanece o muerto o inactivo en su 90% y aunque la neurología y la psiquiatría son ciencias relevantes, aun están en pañales ante el desafío que supone ese órgano por excelencia que es el cerebro.

Pero todo en nuestra naturaleza sigue un orden. Y si es así, ¿de dónde vendrá dicho orden? Orden que podemos ver a la escala menor y a la escala más vasta imaginable.
Incluso científicos ateos como el ya desaparecido Carl Sagan, quedaban absortos cuando manifestaban hace años en TV que es increíble constatar por medio del estudio aplicado, que los remolinos que se forman en la configuración de galaxias lejanas, siguen las mismas pautas de actividad física que un remolino que se forma en nuestra pila, a la hora de lavar los platos. Las mismas sencillas, elegantes y armoniosas leyes de la física obedecen a un principio mayor, el poder de aquel que los creó.
Las 4 grandes fuerzas del Cosmos: gravedad, electromagnetismo y energía nuclear débil y fuerte, son en realidad un mismo principio, ajustado a las potencias necesarias para gestarse la vida y el orden del Universo.
Y en el fondo de todo, hallamos el átomo y sus sub divisiones, precisas, rítmicas, perfectas en su entramado y hallamos allí también, partes que siguen una fuerza desconocida que lo rige todo. Como la enzima montadora de nucleótidos de la escalera doble del ADN, donde se halla toda la información para la clonación de células en todo ser vivo.

Cuando miramos una hilera de hormigas recogiendo alimento, vemos que hay orden. Hay unas obreras y unas hormigas guardián y en el fondo del hormiguero, una reina que es servida por todo ello.

Tal como le dijo Newton a un amigo incrédulo: “Todo tiene un creador”.

Los mismos animales superiores, los mamíferos y cetáceos, se reparten en su vida las tareas de la célula familiar y mientras la hembra amamanta a los pequeños, el macho sale a cazar o recolectar frutos, semillas o insectos.
En otras especies como las aves, estas tareas se reparten de modo alterno, pero igualmente funcionan. Así ha sido por siglos.

Esto lo hallamos también en el cuerpo humano. Cada órgano parece ocupar su lugar exacto y nada aconsejaría que la función por ejemplo de dirección del organismo relegada a la cabeza la quisiera asumir el hígado, el pulmón o un pie.

¿Acaso alguien se atrevería a pensar que estas funciones han sido debidas a contaminación cultural, filosófica o a la imposición de ideas políticas? No. Estas funciones provienen de algo mucho más profundo que ninguna filosofía pro ateísta puede negar. Y es aquí donde nos encontramos a biólogos, físicos y astrónomos creyentes. Porque sí, se puede ser una eminencia culturalmente hablando y creer en Dios.

Y en todo esto ¿qué pintan los valores medievales de las órdenes de caballería? Mucho. Las órdenes de caballería procuraron ser los garantes de los valores cristianos más firmes: honor, lealtad, fraternidad, familia, Fe, patria, servicio, responsabilidad, palabra, altruismo. Valores que no pueden pasar porque son eternos y que estos caballeros desde sus lugares de reposo mortal, nos recuerdan con sus gestas que existen y que no dejarán nunca de existir, por mucho que cambiemos la sociedad o que tratemos de edulcorarla con inventos artificiales, que si acaso, sólo sirven para disfrazar la realidad de lo que somos: sombras de lo que desde el punto de vista de Dios Padre pudimos ser y algún día seremos, cuando los tiempos se cumplan y tenga lugar la 2ª Venida que los cristianos esperamos sin desesperación.

Esa es la labor del caballero: defender los valores de la verdad por encima de todo y de despertar al hombre moderno de las mentiras falaces de que: somos dioses, que el hombre lo sabe todo y que el hombre se basta por sí solo. Sabemos que eso no es verdad y de ello son testigos los muertos de todos los siglos que permanecen inertes en sus fosas sepulcrales, destino final de todo el ego, la vanidad, la soberbia, el materialismo, la ostentación y la tontedad del hombre sobre la Tierra en esta vida que nos ha dado Dios.

Aquellos castillos que habitaron aquellos hombres de palabra y principios, siguen hoy día en pie. Derruidos unos y aun en pie otros, pero testigos mudos de estas nobles verdades. Y lo que es más vital, anunciadores silenciosos de que toda obra salida de las manos del hombre no sirve para nada si se proyecta hacia fines terrenales. Porque como dijo el Cristo:

“Haceos tesoros en los cielos, donde ni polilla roe, ni ladrón entra y roba ni orines y humedad degradan. Donde esté vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón”.



Fuente :  Fr. J. Ramón V.

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