11/9/15

LA RELIGION DE LOS CATAROS

 
Su origen se pierde en el tiempo, con unas doctrinas consideradas heréticas, no se debe confundir con la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón.

Los cátaros consideraban a la Iglesia de Roma, desorientada y perdida en su primitiva esencia, con que los primeros cristianos vivían su Fe, con sencillez, pobreza y humanismo, que según los cátaros, había perdido en gran manera, convirtiéndose en una religión, prepotente, intransigente, cuyos fieles vivían en continuo temor al castigo divino por cualquier falta o desvío de sus actos, que pudiera reportarles la condenación de sus almas, estaban los cristianos obligados bajo pena de excomunión, obediencia ciega hacia los dogmas que la Iglesia, consideraba inamovibles. 
En un principio fue difícil la investigación de los cátaros, debido a la persecución sufrida, que los diezmó físicamente, destruyendo además en gran manera todo documento que pudiera dar alguna luz realista sobre esta herejía.
Aun así se han descubierto libros cátaros, “El libro de los dos principios “como “El Ritual Occitano” “El Ritual latino”. Pero el principal de todos ellos es el dicho anteriormente “El libro de los dos principios”, aparte de esto la bibliografía sobre el tema hasta ahora es muy escasa, debido en parte a la destrucción sistemática de todos sus escritos y libros, por parte de los cruzados.
Gracias al descubrimiento de “El libro” por el dominico Dondaine en Florencia, publicado por primera vez en 1939, se pueden extraer conocimientos cátaros de una forma fehaciente, lo mismo se puede decir del “Anónimo” por el mismo investigador, cuyos manuscritos se encuentran en la Biblioteca Nacional de París, publicados por Cristina Thouzellier en 1961.
El catarismo era una religión monoteísta, que no obstante, creía en los dos principios fundamentales el bien y el mal, el primero correspondía a la parte espiritual de la persona, y el segundo constituía la parte física que el diablo intentaba dominar, esta dualidad estaba siempre en constante lucha, hasta que la muerte con la destrucción del cuerpo, se liberaba del demonio definitivamente, por ello los fieles nunca la temían, aun bajo los más terribles sufrimientos.Era una de las pocas doctrinas en donde existía la “Endura” por la cual, en muy contadas y extraordinarios motivos, era permitido el suicidio, por medio de la privación total de comer y beber. Pero sobre todo la endura se practicaba, cuando intuían que su fin por enfermedad estaba próximo, abandonándose en su camastro con total pasividad, sin moverse, sin comer y dejando que la fiebre o la enfermedad siguiera su curso, teniendo además en cuenta que la longevidad media en aquella época era de unos treinta años, así como la casi inexistencia de una medicina tal y como ahora la conocemos, solamente remedios caseros, y la convicción de que Dios era quien decidía cuando una persona debía morir, más aun por cuanto el cristianismo era totalmente reacio a las investigaciones científicas de cualquier tipo.
La iniciación de todo aquel que ingresaba voluntariamente en formar parte de los cátaros duraba tres o cuatro años. Debían aprenderse de memoria el Evangelio de San Juan, ayunar tres veces por semana, someterse a las tres cuaresmas, Navidad, Pascua y Pentecostés.
 
No debían mentir nunca, marchaban siempre por parejas, dejarse la barba, que posteriormente suprimieron, por causa de las persecuciones, vestían de negro, cubriéndose la cabeza con la capucha del manto, dos cosas estas que también suprimieron, por razón de seguridad, debían llevar siempre una bolsa, donde guardaban, el Evangelio de San Juan, una marmita, para evitar si alguien les prestaba un recipiente para comer, que pudiera contener restos de grasa, ya que la tenían prohibida.Debían respetar a los demás, como fin para salvarse a sí mismos, los sueños eran interpretados como la manifestación de su alma. Consideraban la Biblia, como un libro atroz y monstruoso, por los relatos que contenían, crueles y llenos de sangrientas guerras, que no respetaban a sus semejantes. El signo de la cruz era igualmente rechazado, por considerarlo una muerte ignominiosa, por lo tanto, no admitían la Eucaristía.
Vivían pobremente al estilo de los primeros cristianos, ayudando a todo aquel que lo necesitase, se sustentaba por su trabajo manual, que debía cada uno escoger de su preferencia, y realizarlo con total perfección. Los únicos templos que se permitían era el mismo cuerpo, que debían purificarlo constantemente con ayunos, y mortificaciones, en donde residía el espíritu de Cristo. Creían en la transmigración del alma de unos cuerpos a otros, al igual que la metempsicosis de los hindúes.
Aun así la extrema dureza de sus vidas, que eran seguidas a rajatabla por los “Perfectos”, sin embargo los fieles y sus seguidores, no estaban obligados a tales comportamientos, existiendo gran tolerancia en el cumplimiento de sus deberes más esenciales.
En la edad Media, la mujer era considerada como un simple objeto de reproducción humana, sin ninguna clase de derecho, pudiendo incluso el marido matarla en caso de adulterio. Los cátaros consideraban que la mujer debía emanciparse, y aun considerando el amor carnal como un pecado, no era así al tratarse de una mujer creyente. El bautizo era imprescindible, para salvar el alma que debía ser pura, no admitían la idea cristiana del juicio final ni del infierno eterno.
Eran llamados “Buenos hombres”, existiendo jerarquías para la administración del territorio, estos eran los obispos acompañados de un Hijo mayor, como sucesor y un Hijo menor como sucesor del mayor. Cada obispo al ser bautizado recibían el “consolamiento” comprometiéndose a no caer nunca en pecado, los mismos obispos impartían dicho “consolamiento” a los moribundos, para que así pudieran transmigrar a otro cuerpo más apropiado, para ofrecerle la oportunidad de su salvación, caso de no ir al cielo directamente.
Otro miembro jerárquico era el de los “Perfectos” que obtenían tal nombramiento de su obispo por medio del consolamiento, debiendo observar el cumplimiento de la de todos sus fieles, las mujeres también podían ser perfectas, pero debían proceder de la nobleza, al contrario de los hombres que podían ser nombrados, a partir de cualquier clase social.

Eran algo más optimistas que el resto de las religiones, que vivían siempre bajo el temor del castigo eterno, los cátaros eran más positivos, ofreciendo para el alma de sus creyentes un mejor destino que al morir se convertían en “Espíritu de la Luz”.
Se reprochaba a los cátaros cuando el fallecimiento era irremediable, dejaban tranquilo al enfermo, para que su tránsito fuera sosegado y apacible, rechazaban de plano las prácticas de los cristianos, que hasta el último momento, sangraban y sometían gran sufrimiento a sus enfermos. Para los cátaros la muerte solo era una puerta que debían cruzar, reconfortados consigo mismos, resultado de ello el paso hacia una mejor vida, con la posibilidad de purificarse, sin el lastre que resultaba la posesión del cuerpo.
 
El día 10 de marzo de 1204 el Papa Inocencio III escribió una carta al rey de Francia:
“(...) Te corresponde a ti expulsar al Conde de Toulouse de la tierra que ocupa y quitársela de las manos....para dársela a unos buenos católicos que puedan, bajo tu feliz dominación, servir
fielmente al Señor” (...).
En el Sur de Francia, un hombre de mucho poder luchó contra los cátaros, Pèire o Pierre de Castelnau y acompañado por su fiel compañero Arnau Almaric, que fue abad de Cîteaux.
Lucharon para acabar con la herejía de aquellos lugares y principalmente se enfrentaron ante los prelados de Languedoc que favorecían a los mismos, como el Obispo de Besièrs, el Obispo de Vivièrs o el Arzobispo Berenguer II de Narbonne y que pugnaron duramente en contra los embajadores del Papa.
A finales de 1207, Castelnau consiguió reunir una liga de barones del Sur de Francia para unirse a esa cruzada en contra de los cátaros.
El Conde de Toulouse al enterarse puso remedio y un contra ataque en la que se valió de miles de cátaros meridionales y de la ayuda de sus vasallos, como el rey Pedro II de Aragón. Castelnau moriría
asesinado en mano de los herejes, después de un fuerte enfrentamiento con el Conde de Tolosa (Toulouse) Raimond VI, el día 14 de enero de 1208 en Beaucaire.
 
El día 10 de marzo de 1208, el Papa Inocencio III convoca con un gran llamamiento que todos los príncipes, nobles y gentiles hombres se unan en armas ante una nueva y sangrienta cruzada programada para defender unos pueblos cristianos sublevados en el sur de Francia y ser dirigidos por el Conde Simón de Montfort. Mientras en el otro bando, el Conde Raimond VI de Toulouse, familiar de los reyes de Francia, Inglaterra y Aragón; nuevo enemigo de la cristiandad por defender y gobernar los destinos de los cátaros manda llamar a todos sus aliados para defender con justicia sus territorios ante el papado. El conde toloso gobernaba unas tierras en la que la herejía se había instalado y en la que se sentía libre ya que la Iglesia actuaba cada vez con menor fuerza.
En julio de 1209, en Béziers murieron cerca de 30.000 personas, fue toda una matanza en la que ni los mayores, niños ni mujeres se salvaron. Raimond Roger Trencavel, mandó reorganizar  nuevamente a sus vasallos dentro de la fortaleza. En agosto de 1209, la  ciudad cayó en manos de Montfort.
Hacemos recordar que los Caballeros Templarios no hay constancia de que ejecutaron la orden de Capturar a  los Cátaros y mucho menos  que estuvieran en un tribunal de la inquisición contra los Cataros, como han hecho creer en algún reportaje de la grabación de una Serie de los Templarios.
 
 
 
Durante la cruzada contra los cátaros, los templarios estuvieron presentes en la toma de Marmande por Luis VIII. Cuando se desencadenó la masacre, no atacaron.
¿Casualidad o casual?
Ante el hecho anterior, podemos interpretar una venganza de Guillaume de Nogaret, el gran perseguidor de los templarios tenía ascendencia cátara. De hecho, su abuelo había sido quemado por hereje y relapso.



 

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